Bárcenas, Urdangarines y demás fauna

Personalmente y sinceramente no me importa la crisis económica que estamos pasando a pesar de mi situación laboral. Despedido, como otros compañeros y compañeras, de una empresa que no está en crisis, después de casi veinte años participando en consolidar el negocio de la educación universitaria en una empresa privada, no me parece lo más justo. No me importan las consecuencias de cobrar en el paro la mitad del sueldo que tenía, no me importa no haber percibido la paga extra de Navidad ni que mi mujer tampoco la percibiera por su condición laboral, no me importa la austeridad, ni muchas cosas más que muchos españoles estamos pasando y sufriendo. Lo que me duele y me importa de verdad es el cachondeo, la sinvergonzonería, la injusticia y la miseria a la cual han llegado muchas familias en los últimos meses, cuando resulta que otros compatriotas han estado y están viviendo del cuento, amasando fortunas reunidas de una manera ilegal, prevaricando, falsificando, robando, despilfarrando dinero público, corrompiendo y utilizando todas las artimañas posibles e imposibles para encima librarse de la Justicia. No señor,… no hay razón y no es justo.

Bárcenas, Urdangarín, Pujol, Mato, Fabra y cientos de apellidos más se han convertido últimamente en una referencia tanto a nivel nacional como internacional. Ahora resulta que se nos conoce en el mundo sólo por el ladrillo y la corrupción y ambas cosas han estado y están muy unidas sin que nadie haya intentado atajar ninguna de ellas ni acabar con ese mal.

En un momento como éste en el que el porcentaje de parados ha alcanzado el 26 % de la masa laboral, el Gobierno debería controlar los despidos que realizan las empresas tan alegremente para dejar de enriquecer la maldita lista del paro con lo que ello significa para el país. Pero quizás esto esté fuera de su alcance o puede que lo consiga cuando ponga orden, legalidad y limpieza en su sede central. Empecemos por allí.

Bueno, sea lo que sea, no se olviden de Gaza ni de Siria.