«La nave de los locos»

El escritor, pensador y economista recién fallecido José Luis Sampedro, dijo en una de sus últimas entrevistas que si tuviese que escribir una novela que sucediese en la actualidad, le pondría como título “La nave de los locos” o “Jaula de locos”. Sampedro, que esperaba cumplir los noventa y cinco años unos días después de ese encuentro, se despachó bien ante Jordi Évole en un programa que “Salvados” le dedicó al escritor, contándole su visión particular de nuestra vida actual y, la verdad, que razón no le ha faltado. Se despachó con los gobernantes, los partidos, los políticos y con los ciudadanos de a pie, que también tenemos nuestra culpa de lo que tenemos y de lo que estamos pasando. El entrevistado no entendía, y muchos compartimos sus ideas, las reacciones de los gobernantes y de los políticos en general, con su afán de poder y dominio, no comprendía al resto de los humanos que no hacemos nada para evitar los desajustes y las calamidades a que nos someten y dice que “los pueblos votan contra su propio interés” y, ciertamente, si no nos cuidamos nosotros quién lo va a hacer por nosotros. Sampedro nos veía como zombis, vagando sin sentido ni rumbo alguno, haciendo cosas incongruentes como si estuviéramos fuera de nosotros, y realmente lo estamos. Muchos de nuestros males podrían desaparecer y se podrían solucionar con tan solo pensar un poco y razonar las cosas. Tan solo nos preocupa satisfacer nuestro ego, ser más que nadie y sobre todo aparentar. Aparentar que dominamos las situaciones, aparentar que somos los mejores, aparentar que somos imprescindibles, etc. Y todo esto nos conduce al desastre.

“Nos educan muy mal y tan solo para ser productores y consumidores, para ser súbditos y no para tener pensamiento propio” dice el escritor.  “No estamos civilizados todavía como colectividad”  y por eso le parecemos vivir y navegar en una nave de locos donde realmente hace falta mucha cordura.

Locos están también los venezolanos en su intento de aclarar lo que pasa y lo que quieren hacer con su país tras las agitadas elecciones presidenciales. Después de los mutuos reproches que hemos oído en la campaña entre los dos candidatos, el diario ABC ha recogido esta semana unas magníficas fotos de los dos ediles ante y antes de depositar su papeleta en la urna. El chavista Maduro, ataviado con un pantalón oscuro y una camisa celeste con bolsillos en el pecho y a nivel de la cintura, aparece con la mano derecha en el corazón que luego eleva al cielo al unísono que su vista en un acto de plegaria al Altísimo, al igual que sujeta su papeleta con la mano izquierda que tras depositar en una urna de cartón con una pegatina donde se puede leer en colores sobre fondo blanco “CNE Poder electoral” (Consejo Nacional Electoral), finaliza uniendo las palmas de sus manos en actitud de rezo a lo Dalai Lama, mirando fijamente a la urna que hipotéticamente le convertirá en el líder de Venezuela durante los próximos años.

Henrique Capriles, vestido con un pantalón color caqui, camisa o polo amarillo y chaqueta de chándal blanco con adornos granates en los costados y en las mangas, a su vez, se santigua ante una pequeña estatua de la Virgen, le besa los pies y besa su papeleta, mirando también al techo del lugar antes de depositarla en una urna semejante.

Mucho teatro, demasiado teatro, pero las cosas son así. El país se encuentra dividido entre los dos candidatos, tras una campaña muy regañada y un resultado muy ajustado inclinado hacia Nicolás Maduro que ha utilizado todas las artimañas posibles para ser proclamado sucesor de Chávez. El derrotado Capriles no acepta los resultados y pide un nuevo recuento de las papeletas ante la negativa del comité electoral. El laberinto venezolano no es ni más ni menos que otra nave de locos, lejos de aquí, pero también locos.

Sea lo que sea, no se olviden de Gaza ni de Siria donde hay muchos, muchos locos, locos que matan a sus hermanos.

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