Al torero se le presupone el valor. Por salir a la plaza, aunque fuera con cuadrilla y ponerse ante una mole de más de 500 kilos, hay que tener valor.
Lo admirable, por otro lado, es el valor que debe tener y se le pueda presuponer igualmente al toro. Un animal a quien empujan a un raro espacio, donde es recibido a gritos de cientos de energúmenos que tanto le jalean, azuzan, alientan, lisonjean como le abuchean.
El maestro Antoñete (Antonio Chenel Albadalejo ), que forjó una propia y asombrosa técnica de lidia fruto de sus observaciones y aprendizajes de maestros históricos como Juan Belmonte (Pasmo de Triana), José Gómez (Joselito) y Manuel Laureano Rodríguez Sánchez más conocido como Manolete, es el único torero a quien yo he visto aplaudir a un toro después de lidiarlo y matarlo. Un reconocimiento de un experto al valor y a la fogosidad de un bravo animal.
Ese mismo valor se le debe presuponer, de idéntico modo, a un político. Pero no es así. Se esconden detrás de cualquier argucia, sirven a sus intereses propios en vez de trabajar para la comunidad que les ha elegido y votado. Temen la regañina y se esconden imitando a los avestruces o echando balones fuera, sin afrontar sus responsabilidades ni cumplir con su labor. Y si no es así, pues que se armen de valor y salgan al ruedo o acudan al Parlamento.
A quien le ha sobrado valor es a Microsoft que ha permitido a los servicios de inteligencia estadounidenses acceder a las comunicaciones privadas de su red Skype y por ende a los usuarios de esta red. También sabemos que no hay comunicación privada que pueda quedar fuera de los circuitos de los servicios de inteligencia de cualquier país. Ahora ya resulta que no podemos hablar sin ser escuchados o espiados por teléfono fijo o móvil, no tenemos seguridad con nuestros correos electrónicos y en cualquier momento se descubre cualquier comentario, opinión o idea que depositemos en la red de redes. Consejo para navegantes: vuelvan al correo postal ahora que los técnicos de información han perdido la costumbre de husmear en las cartas a través de las ya inutilizables velas.
Y en estos tiempos tan difíciles, no se olviden de Gaza, Siria ni de Egipto. Que Allah nos coja confesados.