Horror en Siria y error en Egipto

MOHA-Retrato-150x150[1]A Hiroshima, Nagasaki, los campos nazis de exterminio, incluido Auschwitz, se debe agregar la ciudad siria de Alepo, convertida en estos últimos meses en el escenario más sangriento del genocidio humano del presente siglo, en disputa desde el pasado verano. Cierto es que hay en la actualidad otros lugares sangrientos donde no se respetan los derechos humanos, donde la tragedia vive agazapada haciendo de las suyas, pero ninguno tan horrible como Alepo.

Cincuenta y cinco mil imágenes de terror escalofriante ha podido extraer y difundir Cesar, un nombre ficticio para un fotógrafo desertor de la policía militar siria, que ha arrebatado a los agentes de seguridad del sanguinario Bachar Al Asad la prueba de sus atrocidades como encargados de certificar las defunciones de la represión que vive el país desde marzo de 2011.

Cuerpos torturados, mutilados y/o ejecutados. Cadáveres escuálidos, aporreados con cables eléctricos o con estigmas de sogas en el cuello. Rostros con los globos oculares arrancados, torsos con heridas que indican torturas y palizas y demás barbaridades que se le pueden ocurrir a un sangriento e inhumano ejecutor. Tras la muerte del detenido, el cuerpo es llevado al hospital militar donde un médico y un jurista levantaban acta del fallecimiento  causado generalmente por ataques cardíacos o problemas respiratorios. El fotógrafo hacía su trabajo que  permitía a los militares emitir un certificado de defunción, sin que las familias accedan a los cuerpos, además de confirmar que las órdenes de las ejecuciones se habían cumplido.

Estos asesinatos “a escala industrial” como los califica el dossier publicado por dos fiscales y un experto de la ONU han revelado que el número de presos asesinados asciende al menos a 11.000 personas, lo que consideran válido para acusar a Bachar Al Asad de crímenes contra la Humanidad.

Las negociaciones últimas, iniciadas la semana pasada en Ginebra entre el Gobierno sirio y la Coalición Nacional Siria opositora, están siendo un fracaso a pesar de las intervenciones de EE.UU, Rusia y las Naciones Unidas. Lo más preocupante del fin de semana ha sido la sitiada ciudad de Homs, donde los civiles llevan más de un año acorralados por las tropas del régimen y se espera que ambas partes del conflicto pacten, con la intermediación del mediador de la ONU Lajdar Ibrahimi, la llegada de ayuda humanitaria preparada y lista. Esperemos que así sea, y que ese acto sea el comienzo de un acuerdo sobre el alto el fuego, intercambio de prisioneros, el final de las hostilidades y el inicio de unas conversaciones que tengan como meta una transición política.

Si en Siria cabalga el horror, Egipto ha vuelto después de tres años de la caída de Mubarak a vivir otro error. El aniversario de la revolución se tiñe de rojo después de que los egipcios hayan  permitido que los militares vuelvan a dirigir los destinos del país otra vez. La experiencia de una nueva Carta Magna y de un Gobierno elegido democráticamente, no ha funcionado y los militares estaban al acecho, a la espera de volver al poder.

Los egipcios, que no saben lo que quieren y no encuentran su camino hacia la democracia y la paz social, practican el dicho árabe que dice que “los árabes se han puesto de acuerdo para no estar de acuerdo”. Qué pena.

De todas las maneras, no se olviden de Siria, Egipto ni de Gaza.  

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