Esperpentos

moha-retrato-okEste país no deja de sorprenderme ni de asombrarme. Cada día descubro,… descubrimos todos, nuevas hazañas, hechos, reacciones, acontecimientos que nos dejan pasmados. Lo último raya con lo esperpéntico; con aquel género que nuestro genial Ramón María del Valle-Inclán puso en boca de sus legendarios personajes, y que el diccionario de la Real Academia describe como una deformación “de la realidad, recargando sus rasgos grotescos, sometiendo a una elaboración muy personal el lenguaje coloquial y desgarrado”.
El hecho es que el teniente coronel Antonio Tejero Díez, hijo del guardia civil golpista, celebró a mediados de febrero una comida en el cuartel del Instituto Armado de Valdemoro donde el retoño reside y es jefe de una de las unidades de los Grupos de Reserva y Seguridad. Al convite, celebrado como un acontecimiento privado (servido por guardias civiles) en un cuartel militar ya que no constan los nombres de las personas que accedieron al centro en el registro de visitantes como debe de ser, estuvo invitado además del padre del anfitrión, varios mandos y, entre otros, el ex capitán Jesús Muñecas Aguilar, condenado a cinco años de cárcel por su participación en el golpe de Estado y actualmente reclamado por Argentina por delitos de torturas durante el franquismo.
Esperpéntico es igualmente que el teniente coronel golpista, condenado a treinta años de cárcel, haya cumplido simplemente la mitad de la condena, y que desde hace años se encuentre entre nosotros celebrando y festejando todos los años su hazaña, cuando tenía que permanecer en prisión otros treinta años más.
Esperpéntico será también indagar quién ha sido el “golpista” que ha nombrado al hijo de Tejero al mando de un Grupo de Reserva y Seguridad en un campamento-escuela de Guardias Civiles. Es como si ese alguien quisiera perpetuar y hacer perdurar el golpismo en este tranquilo y apacible país, que aunque algunos pretendan dividir, la inmensa mayoría queremos vivir en paz y sabemos, a ciencia cierta, que unidos conseguiremos sobrevivir.
Varios colectivos pidieron e exigieron, entonces, que se realice una investigación para conocer los detalles de aquella “paella postgolpista” que se ha convertido en “esperpéntica”. Pasado ya algo más de un mes, nada se ha comentado todavía sobre los resultados de tal acción, e incluso, ni se ha confirmado la constitución del grupo de investigación.
Por otro lado, nuestro arzobispo, Antonio María Rouco Varela, ha dado la nota en el funeral de Estado celebrado por el recién fallecido Adolfo Suárez en la catedral de la Almudena, y si no, analicen lo que ha dicho: Suárez “buscó y practicó tenaz y generosamente la reconciliación en los ámbitos más delicados de la vida política y social de aquella España que, con sus jóvenes, quería superar para siempre la Guerra Civil: los hechos y las actitudes que la causaron y que la pueden causar”. Además de esta referencia que debió terminar con un “que Dios no lo quiera”, politizó la homilía refiriéndose al actual desafío soberanista catalán y a la falta de concordia entre españoles y comunidades históricas y le sobró igualmente aludir a una España “de hondas raíces cristianas”, como si no fuera tan musulmana y tan judía, cuando le hubiera bastado con ensalzar las actitudes y aptitudes del fallecido, que ha recibido elogios de amigos y adversarios y que ha conseguido aglutinar y reunir, en este momento, a todas las fuerzas políticas del país, aunque la cosa tiene más mella.
De todas formas y según el refranero, hay tres cosas que nunca podrán recuperarse: una flecha lanzada, una palabra dicha y una oportunidad perdida. Ahí queda eso.
Pero de todas formas, no se olviden de Gaza, Siria ni de Egipto.

 

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