Vacaciones pagadas
Este país es incorregible, y me duele decirlo. Resulta que Jaume Matas, condenado tan solo a nueve meses por tráfico de influencias, amén de los seis casos que tiene pendientes todavía con la justicia y, sobre los cuales tengo muchas dudas de que salga condenado; Matas, digo, ha obtenido el tercer grado penitenciario tan solo tres meses después de ingresar en prisión. Más aún, el personaje vuelve las noches a dormir al centro penitenciario de Segovia, pero no en una celda normal, sino que acude a un espacio más abierto donde la vida, la seguridad y la vigilancia son más llevaderas. O sea que acude a pasar las noches de lunes a viernes al hotelito de la prisión, disfrutando de permisos los fines de semana. Pero aunque un juez de Valladolid, que se ha ganado unos aplausos, ha desautorizado al Gobierno “con dureza” por encarcelarle, me temo que su protesta no va a encontrar oídos limpios y se va a quedar en un deseo frustrado.
Este trato y este privilegio son idénticos a los otorgados al expresidente del Barça José Luis Núñez que, acompañado de su hijo, está pasando unas frías vacaciones cerca de casa, en su querida Barcelona. Ellos dos, dicen las malas lenguas, tienen un patio privado y seguro que también jardín para pasear. Padre e hijo, juntitos de la mano, pasaron frío la noche del domingo cuando fueron ingresados en un módulo reservado para policías y agentes de seguridad, un módulo “para personas que precisan una especial protección” en la prisión de Cuatro Caminos, situada a 25 kilómetros de Barcelona, donde no compartirán patio, actividades ni comedor con el resto de internos.
Y yo me pregunto ¿por qué la Justicia nos juega estas pasadas?, ¿por qué estas personas, juzgadas y condenadas no ingresan con sus semejantes en prisiones normales?, ¿por qué se empeña en separar lo inseparable?, ¿por qué estos privilegios?
A estas alturas me voy a creer aquel comentario y aquella fotografía que circularon por las redes sociales, esencialmente por wassap, donde se comentaba que el PP estaba amueblando, adornando y embelleciendo las habitaciones (celdas), los pasillos y los patios de las cárceles por lo que puede pasar ya que no hay hotelitos ni reservados en todos los centros penitenciarios del país.
Volviendo a la seriedad, ¿qué cara se le queda al ciudadano de estos tejemanejes que se traen jueces, fiscales, abogados y Gobierno, sobre todo en condenas por tráfico de influencias y soborno a inspectores de Hacienda como en estos casos. ¿Por qué estas medidas proteccionistas si los condenados en ningún momento y en ningún caso han expresado asunción de los hechos ni arrepentimiento y nadie parece que aspira a tener buenas perspectivas de inserción.
Queridos, no se olviden de Gaza, Siria, Egipto ni de Irak.