No se olviden de Egipto
Ya os decía yo, con mucha insistencia, que no os olvidarais de Egipto. Os lo decía porque estaba seguro de que las cosas no habían terminado, y os lo seguiré diciendo porque aún sigo creyendo que nada ha terminado allí. Después del derrocamiento de Hosni Mubarak, del ascenso al poder de los Hermanos Musulmanes en unas elecciones generales más raras que las de costumbre, el golpe militar que derrocó a Muhammad Morsi y la ascensión a la jefatura del Estado del golpista Al Sasi. Todo esto ha pasado, ni más ni menos, que en tres años. Cuenten y verán.
Tres años son los que ha estado en estambay el ex dictador Hosni Mubarak, recluido en un hospital militar a pesar de su buena salud. Un hospital militar es más honroso que una cárcel, ¿no creen? Seguro que es más limpio, más saludable, con mejor comida, mejor tratamiento, mejor aire, mejor rehabilitación en caso de necesitarse y, en definitiva, más barato para el interno.
Pero qué ha sucedido en estos tres años, qué ha cambiado… En realidad casi nada. El pueblo egipcio ha iniciado una protesta con la Primavera Árabe que ha acabado con la caída de Mubarak, la momia, como me decía un joven guía en El Cairo a primeros de enero de 2011, ahora hace ya cuatro años. Igualmente también han caído los Hermanos Musulmanes después de actuar en la esfera política egipcia durante casi cien años. Quedan en ridículo, no saben administrar el país y su hombre fuerte es destituido por los mismos ciudadanos que han facilitado su ascenso, ayudados por un golpe militar, claro.
Mubarak había sido internado “de emergencia” en abril de 2011, en el Hospital Internacional de Sharm el-Sheik, afectado por presuntos males cardiacos, tras un ataque al corazón sufrido, supuestamente, durante el primer interrogatorio a que fue sometido por los cargos que se le imputaron entonces.
El ministro de Sanidad dijo que el ex presidente, seguía deprimido y sin apetito, con una dieta basada en líquidos y zumos, pero insistió en que no existía riesgo para que fuera trasladado. Sus abogados insistían en que no estaba en condiciones para enfrentarse a la justicia y que su salud era grave, y que incluso llegó a entrar en coma, cosa que fue negada por sus médicos.
Mubarak debía afrontar un juicio por abuso de poder, enriquecimiento ilícito, malversación de fondos públicos y cargos de asesinato “premeditado” contra los manifestantes que participaron en las protestas de la Plaza Tahrir que llevaron a su derrocamiento y renuncia.
Para despistar se había dicho incluso que tenía una enfermedad terminal y la verdad es que él quería terminar con la paciencia de los egipcios. Ya en 2010, según fuentes de inteligencia occidentales, el presidente egipcio podría morir en un año debido a un cáncer terminal en el estómago y el páncreas. Y cinco años después, sigue vivo y coleando.
Mubarak fue condenado a cadena perpetua y la alegría sucumbió el país. Ahora, casi cuatro años después, el juicio fue declarado nulo. Mubarak ha sido absuelto por la muerte de 850 personas durante las manifestaciones de las revueltas que le derrocaron en 2011. El expresidente y sus hijos han sido también exonerados de los cargos de corrupción y enriquecimiento ilícito y por la venta de gas a Israel por debajo del precio de mercado.
Pero ¿qué es lo que ha pasado realmente? Se comenta la falta de colaboración para demostrar la culpabilidad del reo, la destrucción de pruebas incluso por el aparato policial y de inteligencia y, sobre todo, las posibles injerencias del ministerio público y seguramente del ejército. Todo esto ha llevado al presidente del tribunal a retirar los cargos y declarar la inocencia de los Mubarak.
Aquí cabe preguntarse sobre el futuro de Egipto. ¿Qué ha pasado y qué pasará en el país árabe más culto y más avanzado? La verdad, esta verdad ha dejado muchos desesperados por no entender y menos comprender cómo un país hace la revolución para volverse a quedar como estaba antes de declararla. El tiempo dirá.
Queridos, queridas, no se olviden de Egipto, Gaza, Siria ni de Irak.