Y no pasa nada
En Marruecos, con la elección del presidente del Senado, se ha dado por finalizado el proceso electoral que tuvo lugar el pasado 4 de agosto y que fue de lo más convulsivo y extraño de los últimos tiempos. El número de representantes de la segunda cámara se ha visto reducido de 270 a tan solo 120 miembros, según las directrices de la nueva Constitución aprobada en 2011, considerada como un hito dentro de las reformas de su ámbito y nacida para desenmascarar las tentativas de la mal lograda primavera árabe en este país.
El partido islamista gobernante, Partido de la Justicia y del Desarrollo, que había sorprendido en las elecciones generales de noviembre de 2011, obteniendo una mayoría simple esencialmente entre la población urbana, como acaba de hacer en estos comicios locales y regionales, se comenta que volverá a ganar seguramente en las próximas generales de 2016.
Las pasadas elecciones que Idris Lachgar, primer secretario de la Unión Socialista de Fuerzas Populares, uno de los partidos de la oposición, que ha sufrido el mayor descalabro de su historia, después de verse fragmentado y dividido en varias taifas, ha considerado que fueron fraudulentas y traicioneras y que le recuerdan las vividas en lo que se ha dado en llamar los “años de plomo”, la época más dura del régimen de Hassan II, cuando el control de la población era absoluto y las listas de parlamentarios y representantes públicos se confeccionaban de antemano, antes de la celebración de las votaciones.
Otro partido de la oposición, el tradicionalista Partido Istiqlal, que había gobernado en coalición con los socialistas en la última época de Hassan II y a la cabeza del cual se haya ahora Hamid Chabat, militante sindicalista, a quien también piden sus camaradas que abandone el carro y se retire de la dirección del partido por los malos resultados obtenidos y por la nefasta gestión.
Pero ¿quién ha sido entonces el ganador de este desaguisado?… Efectivamente, el otro partido de la oposición, el PAM, Partido de la Autenticidad y la Modernidad, partido del amigo del Rey, que ha arrasado entre la población rural, con un tractor como logotipo. Está gobernando la mayoría de las regiones y ha obtenido, por magia potagia, la presidencia del Senado.
“Estamos con la mayoría pero votamos al candidato de la oposición y no pasa nada. A un presidente regional, ex ministro para más señas, se le acusa de un fraude millonario y no pasa nada. El segundo de a bordo de una región ha sido recientemente detenido por orden judicial acusado de robo y no pasa nada. Que se tilde a Salah Eddin Mezuar, presidente de la Alianza de los años setenta por Ahmed Osman, cuñado de Hassan II y Primer Ministro en la época, de pervertidor y de personalidad desequilibrada y no pasa nada,…”, no es nada consolador.
Aquí se está demostrado que en política nunca se dice ni se piensa que “al enemigo ni agua”. Las alianzas y “desalianzas” que se han visto, marearían hasta al más “pintao”. Lo normal en política es que existan dos bandos, el Gobierno y la oposición. Normal es también que uno rechace lo que quiere el otro, por eso es oposición. Pero aquí las cosas no son así. Nosotros somos lo que queremos, estamos con quien queremos y votamos con quien nos interesa en cada momento. La disciplina no nos interesa, ni nos convence ni nos conviene, y si quieres enfadarte pues enfádate.
De todas maneras, no se olviden Gaza, Egipto, Irak ni de Siria, cuya parte de población recorre Europa amenazada, desprotegida y al amparo de los desalmados traficantes y bandoleros de la edad media.