Dicen que al grito de “Alá akbar” (Alá es grande), un ciudadano somalí atacó a unos soldados belgas que patrullaban en Bruselas intentando asesinar a dos de los militares que formaban el grupo. El atentado ha sido fallido y el terrorista ha sido abatido por los propios soldados.
Personalmente no entiendo qué tiene que ver Alá con el hecho de querer atentar contra una o un grupo de personas. Alá, Dios, el Espíritu Santo o como queramos llamarle, está muy por encima de estas y otras rencillas que nos tejemos los miserables humanos, para justificarnos de cosas de las cuales no nos queremos responsabilizar. Alá, en todo caso, les diría que pongan la otra mejilla en vez de acribillarles a balazos, les diría que repartan con ellos lo que tienen, que sean buenos con ellos, que les ayuden y protejan de las adversidades e infortunios que trae la vida.
Me gustaría saber cómo entienden estos desalmados aquello de lo que presumen cuando aseguran que Alá es grande. Qué piensan en su fuero interno, qué les hierve la sangre, ciega y nubla la vista hasta llegar a cometer una gran fechoría en nombre de Alá o de quien sea.
Los humanos somos imprevisibles. El ejemplo más próximo lo tenemos en nuestros paisanos separatistas. Cómo puede uno pensar que de un plumazo puede llevar a la práctica y ejecutar sin miramientos ni contrariedades aquel anuncio de la “república independiente de mi casa”. No señor, las cosas no son tan fáciles y semejante hazaña requiere un diálogo muy largo, pausado y tendido o, que Alá no lo quiera, derramar mucha sangre. Esta segunda acepción, los españoles y ciudadanos de bien, no la consideramos aceptable, más aún, la repudiamos del todo por lo que nos ha hecho sufrir en el pasado.
Bueno, vayamos por partes. Rajoy no ha destacado desde siempre por su amor al diálogo y a compartir sus pensamientos y sentimientos con nadie, en ésta o en otra situación. Puigdemont, que tampoco ha dialogado, estaba presionado por unos y por otros y se ha dejado arrastrar para hacer el mayor ridículo de su vida el día que tenía planificado anunciar una nueva vía para Cataluña y resulta que una hora antes, se da cuenta de que no va por el buen camino y da el frenazo.
La incógnita ahora es aplicar o no el artículo 155 de la Constitución, artículo con el cual el Gobierno no deja de amenazar y para mi entender no hay que dudar en aplicar la ley. Pero ¿qué puñetas dice el 155?
Nítidamente dice: “Si una Comunidad Autónoma no cumpliere las obligaciones que la Constitución u otras leyes le impongan, o actuare de forma que atente gravemente al interés general de España, el Gobierno, previo requerimiento al Presidente de la Comunidad Autónoma y, en el caso de no ser atendido, con la aprobación por mayoría absoluta del Senado, podrá adoptar las medidas necesarias para obligar a aquélla al cumplimiento forzoso de dichas obligaciones o para la protección del mencionado interés general. Para la ejecución de las medidas previstas en el apartado anterior, el Gobierno podrá dar instrucciones a todas las autoridades de las Comunidades Autónomas”, y punto final.
El 155 no especifica ni hace referencia a las medidas que el Gobierno puede tomar, no hace mención de un castigo, ni revancha, no, no señores. Entonces, díganme por favor, cómo va a solucionar un indeciso, inseguro, incauto y a veces hasta temerario mariano Rajoy este problema si no es a base de diálogo, de convencimiento y, fundamentalmente, de la reforma de la Constitución. Que Alá nos proteja y guíe a la tribu que nos gobierna.
De todos modos, no se olviden de Gaza, Siria, Irak, Egipto, ni de los miles de refugiados que vagan por aquí y por allá en busca de un mundo mejor.