Pensarán ustedes que la tengo tomada con Rajoy, que no hago más que reprocharle cosas y acciones o, lo que es peor, la falta de acciones y la desmesura, la tardanza y la pachorra con la cual se toma las cosas a la hora de tomar las decisiones. Pues sí. Sí porque me molestan los responsables que no plantean cara a sus responsabilidades, no
A ver, ¿cuál ha sido la reacción del presidente del Gobierno ante las amenazas y el desafío vertido por el “lehendakari” Iñigo Urkullu la semana pasada? Nada, no ha hecho ni dicho nada en absoluto. Y no es baladí ya que el PNV quiere elaborar, o mejor dicho, seguramente que ya ha elaborado, un nuevo Estatuto de Autonomía donde reclamar todo el poder competencial para el País Vasco, lo que vulneraría, seguramente, varios principios constitucionales. El señor Rajoy, preguntado por el alcance que el PNV pretende darle a esta modificación, que se supone radical, al Estatuto Vasco, contestó: “Yo no voy a estar en el derecho a decidir, como todo el mundo sabe”.
Efectivamente, todo el mundo sabe que Rajoy no decide nada, no aplica nada, no contradice a nadie, no negocia ni advierte a nadie, aunque se vulneren todos los artículos de la Constitución. Él espera y, a última hora como ha comprobado, aplica el artículo 155 para deshacer el hechizo y acabar con el problema. Con relación al 155, el exministro de Asuntos Exteriores del PP José Manuel García-Margallo ha declarado que este artículo “se aplicó con enorme debilidad”, vamos que “se ha aplicado tarde”.
Este es un tema actual y muy reciente, aunque Iñigo Urkullu criticó, en su momento, a Puigdemont diciéndole lo que le repetían todos los españoles, que “no se puede gobernar un país vía internet y desde el extranjero”. Y cuando el “lehendakari” dice esto, lo que realmente quiere expresarle al expresidente de la Generalitat convertido, al parecer, en la estrella de los carnavales de la ciudad belga de Alost, “que eres un ignorante, no sabes hacer las cosas y que servidor te va a enseñar cómo reaccionar y qué hacer para alcanzar la total autonomía y la posible independencia”.
Con todo el caos vivido con el independentismo catalán, el nacionalismo vasco pretende ahora nadar en aguas turbias para sacar tajada. Urkullu quiere tener su plan como lo tuvo Ibarretxe en su día, así permaneció, hasta ahora, agazapado esperando “mejores tiempos” para exigir al Estado español negociar de tu a tu para obtener un nuevo Estatuto donde exigir un aumento “cuantitativo y cualitativo” de las competencias y una representación de Euskadi en la Unión Europea.
De lo que tampoco quiere hablar Rajoy es de la corrupción que asola y envuelve a su partido. Y lo novedoso en este tema es que Francisco Granados, principal imputado en el caso Púnica, está señalando a Esperanza Aguirre y a Cristina Cifuentes, que hasta ahora se han librado, pero se supone que serán próximamente imputadas, entre otras cosas, por la financiación ilegal del PP. Quién nos lo iba a decir. De Cifuentes no había dudado nunca pero de Esperanza Aguirre nunca me he fiado un pelo.
Bueno, estos son los silencios de Rajoy. Son muy expresivos y tan reveladores como sus palabras.
De todos modos, no se olviden de Gaza, Siria, Irak, Egipto (donde Al Sisi ha eliminado a la oposición), ni de los miles de refugiados que vagan por aquí y por allá, con estos fríos, en busca de un mundo mejor.
Pensarán ustedes que la tengo tomada con Rajoy, que no hago más que reprocharle cosas y acciones o, lo que es peor, la falta de acciones y la desmesura, la tardanza y la pachorra con la cual se toma las cosas a la hora de tomar las decisiones. Pues sí. Sí porque me molestan los responsables que no plantean cara a sus responsabilidades, no
A ver, ¿cuál ha sido la reacción del presidente del Gobierno ante las amenazas y el desafío vertido por el “lehendakari” Iñigo Urkullu la semana pasada? Nada, no ha hecho ni dicho nada en absoluto. Y no es baladí ya que el PNV quiere elaborar, o mejor dicho, seguramente que ya ha elaborado, un nuevo Estatuto de Autonomía donde reclamar todo el poder competencial para el País Vasco, lo que vulneraría, seguramente, varios principios constitucionales. El señor Rajoy, preguntado por el alcance que el PNV pretende darle a esta modificación, que se supone radical, al Estatuto Vasco, contestó: “Yo no voy a estar en el derecho a decidir, como todo el mundo sabe”.
Efectivamente, todo el mundo sabe que Rajoy no decide nada, no aplica nada, no contradice a nadie, no negocia ni advierte a nadie, aunque se vulneren todos los artículos de la Constitución. Él espera y, a última hora como ha comprobado, aplica el artículo 155 para deshacer el hechizo y acabar con el problema. Con relación al 155, el exministro de Asuntos Exteriores del PP José Manuel García-Margallo ha declarado que este artículo “se aplicó con enorme debilidad”, vamos que “se ha aplicado tarde”.
Este es un tema actual y muy reciente, aunque Iñigo Urkullu criticó, en su momento, a Puigdemont diciéndole lo que le repetían todos los españoles, que “no se puede gobernar un país vía internet y desde el extranjero”. Y cuando el “lehendakari” dice esto, lo que realmente quiere expresarle al expresidente de la Generalitat convertido, al parecer, en la estrella de los carnavales de la ciudad belga de Alost, “que eres un ignorante, no sabes hacer las cosas y que servidor te va a enseñar cómo reaccionar y qué hacer para alcanzar la total autonomía y la posible independencia”.
Con todo el caos vivido con el independentismo catalán, el nacionalismo vasco pretende ahora nadar en aguas turbias para sacar tajada. Urkullu quiere tener su plan como lo tuvo Ibarretxe en su día, así permaneció, hasta ahora, agazapado esperando “mejores tiempos” para exigir al Estado español negociar de tu a tu para obtener un nuevo Estatuto donde exigir un aumento “cuantitativo y cualitativo” de las competencias y una representación de Euskadi en la Unión Europea.
De lo que tampoco quiere hablar Rajoy es de la corrupción que asola y envuelve a su partido. Y lo novedoso en este tema es que Francisco Granados, principal imputado en el caso Púnica, está señalando a Esperanza Aguirre y a Cristina Cifuentes, que hasta ahora se han librado, pero se supone que serán próximamente imputadas, entre otras cosas, por la financiación ilegal del PP. Quién nos lo iba a decir. De Cifuentes no había dudado nunca pero de Esperanza Aguirre nunca me he fiado un pelo.
Bueno, estos son los silencios de Rajoy. Son muy expresivos y tan reveladores como sus palabras.
De todos modos, no se olviden de Gaza, Siria, Irak, Egipto (donde Al Sisi ha eliminado a la oposición), ni de los miles de refugiados que vagan por aquí y por allá, con estos fríos, en busca de un mundo mejor.
Pensarán ustedes que la tengo tomada con Rajoy, que no hago más que reprocharle cosas y acciones o, lo que es peor, la falta de acciones y la desmesura, la tardanza y la pachorra con la cual se toma las cosas a la hora de tomar las decisiones. Pues sí. Sí porque me molestan los responsables que no plantean cara a sus responsabilidades, no
A ver, ¿cuál ha sido la reacción del presidente del Gobierno ante las amenazas y el desafío vertido por el “lehendakari” Iñigo Urkullu la semana pasada? Nada, no ha hecho ni dicho nada en absoluto. Y no es baladí ya que el PNV quiere elaborar, o mejor dicho, seguramente que ya ha elaborado, un nuevo Estatuto de Autonomía donde reclamar todo el poder competencial para el País Vasco, lo que vulneraría, seguramente, varios principios constitucionales. El señor Rajoy, preguntado por el alcance que el PNV pretende darle a esta modificación, que se supone radical, al Estatuto Vasco, contestó: “Yo no voy a estar en el derecho a decidir, como todo el mundo sabe”.
Efectivamente, todo el mundo sabe que Rajoy no decide nada, no aplica nada, no contradice a nadie, no negocia ni advierte a nadie, aunque se vulneren todos los artículos de la Constitución. Él espera y, a última hora como ha comprobado, aplica el artículo 155 para deshacer el hechizo y acabar con el problema. Con relación al 155, el exministro de Asuntos Exteriores del PP José Manuel García-Margallo ha declarado que este artículo “se aplicó con enorme debilidad”, vamos que “se ha aplicado tarde”.
Este es un tema actual y muy reciente, aunque Iñigo Urkullu criticó, en su momento, a Puigdemont diciéndole lo que le repetían todos los españoles, que “no se puede gobernar un país vía internet y desde el extranjero”. Y cuando el “lehendakari” dice esto, lo que realmente quiere expresarle al expresidente de la Generalitat convertido, al parecer, en la estrella de los carnavales de la ciudad belga de Alost, “que eres un ignorante, no sabes hacer las cosas y que servidor te va a enseñar cómo reaccionar y qué hacer para alcanzar la total autonomía y la posible independencia”.
Con todo el caos vivido con el independentismo catalán, el nacionalismo vasco pretende ahora nadar en aguas turbias para sacar tajada. Urkullu quiere tener su plan como lo tuvo Ibarretxe en su día, así permaneció, hasta ahora, agazapado esperando “mejores tiempos” para exigir al Estado español negociar de tu a tu para obtener un nuevo Estatuto donde exigir un aumento “cuantitativo y cualitativo” de las competencias y una representación de Euskadi en la Unión Europea.
De lo que tampoco quiere hablar Rajoy es de la corrupción que asola y envuelve a su partido. Y lo novedoso en este tema es que Francisco Granados, principal imputado en el caso Púnica, está señalando a Esperanza Aguirre y a Cristina Cifuentes, que hasta ahora se han librado, pero se supone que serán próximamente imputadas, entre otras cosas, por la financiación ilegal del PP. Quién nos lo iba a decir. De Cifuentes no había dudado nunca pero de Esperanza Aguirre nunca me he fiado un pelo.
Bueno, estos son los silencios de Rajoy. Son muy expresivos y tan reveladores como sus palabras.
De todos modos, no se olviden de Gaza, Siria, Irak, Egipto (donde Al Sisi ha eliminado a la oposición), ni de los miles de refugiados que vagan por aquí y por allá, con estos fríos, en busca de un mundo mejor.