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Archivos Mensuales: enero 2019

Juan Manuel Moreno Bonilla ya es Presidente de la Junta de Andalucía. El PP ha conseguido por fin hacerse con el poder en la autonomía más grande y más poblada de España, después de treinta y seis años de dominio socialista. En su discurso de investidura comparó el cambio que sufrirá su comunidad con la Transición española. Prometió el oro y el moro, una auditoría general de la administración, acabar con los aforamientos y con la corrupción (lagarto, lagarto), rebajar las tarifas para los autónomos, eliminar los impuesto de sucesiones y donaciones, transparencia en la gestión de las listas de espera en sanidad e implantar el refuerzo educativo y no sé qué cosas más.

Largo me lo fiais amigo Sancho, diría el hidalgo don Quijote. Pero la verdad es que han cambiado muchas cosas en Andalucía, como habían cambiado en la España post-Transición. El bipartidismo también se ha acabado allí y esencialmente ha desaparecido la hegemonía del PSOE en la zona, mientras las conversaciones se alargaban entre los tres partidos que podrían hacerse con el poder.

Núñez Feijó, el presidente de la Xunta sale ahora con que “el único partido radicalizado es el PSOE”, y añade que el PP debe ser el partido de las mayorías. Hombre, ni tanto ni tan poco; un poco de cordura por favor. El PP, como el PSOE, debería despedirse de alcanzar mayorías. Eso es historia, y el PP tiene la culpa porque no ha conseguido aglutinar ni unir a toda la derecha que existe en este país. Porque este país es de derechas verdad, y los resultados están ahí. No olviden que el PP fue la fuerza que dio origen al nacimiento de Ciudadanos. Los votantes de éste eran seguidores del PP y no del PSOE, que también se ha visto perjudicado con la aparición en escena de Podemos.

El PP que ha tomado como garante a Aznar, después de apadrinar a Pablo Casado, el PP digo,  presume de ser un “bloque unido y sólido” cuando no lo es. Quiere dar una imagen de conciliador, unificador,… pero mira tú por donde sus dos últimos presidentes, Aznar y Rajoy, han hecho por no coincidir en Andalucía ni en el acto “multitudinario” del pasado fin de semana.

Núñez Feijó como Borja Sémper, presidente del PP de Guipúzcoa y seguro que algún responsable más, no están por la labor de aceptar al nuevo socio que les ha salido tras las elecciones andaluzas. Sémper habla de la “lejanía oceánica” que separa el PP del partido ultra (Vox).  No olviden que los acuerdos que firmó el PP en Andalucía se efectuaron por separado: acuerdo con Cs por un lado y otro diferente con Vox, en vez de ser un acuerdo a tres bandas, que sería lo más lógico para llevar a cabo una gobernanza ejemplar.

“Esto se ha acabado”, le decía recientemente Moreno Bonilla a Susana Díaz, y tenía razón. Se acabaron las ayudas y subvenciones europeas, los repartos, los chorros y flujos de dinero, la lluvia de billetes y el derroche del dinero público de la era socialista. Se acabó su amiguismo y su enchufismo y ya veremos si el nuevo presidente cumple con lo prometido, que me parece tan arduo como dificultoso y complicado, debido a la tendencia que en los últimos años ha  dominado en el PP. Con esto quiero poner en duda que Moreno Bonilla logre frenar los anhelos y las ambiciones de los suyos, lejos de los aforamientos a los que nos tienen últimamente acostumbrados.

A Podemos le han crecido los enanos. Después de los reveses sufridos en Galicia, Cataluña y Andalucía, le ha tocado el turno a Madrid donde Iñigo Errejón, el número dos de abordo ha dejado la formación, abandonando a un Iglesias tildado de dictador, para unirse a la plataforma de Manuela Carmena, la “abuela” dicen por ahí. La dirección de Podemos denigra a Errejón y le exige que se marche inmediatamente, mientras su secretario de organización, con muy mal estilo, sale comentando que “Errejón tiene que vivir de algo hasta mayo” (que se celebren las próximas elecciones). Pero hay que pensar quién es y quién ha sido Errejón desde aquel 17 de enero de 2014, cuando se presentó Podemos en un acto en Madrid. El partido se ha visto abogado a una nueva crisis de las que hacen temblar hasta al más “pintao”, que se traducirá, seguramente, en la pérdida de votos y escaños en las elecciones del 26 de mayo próximo. Para Errejón, que no se considera fuera de Podemos, ha dejado su escaño demostrado que tiene dignidad, como ha comentado mi amigo Fernando.

Y por último, al presidente Sánchez, el viajero del Falcón 900A, le tildan de traidor por dar a los catalanes la llave para cambiar la Constitución por la puerta de atrás, hurtando a todos los españoles el derecho a decidir el futuro del país. Sánchez tragará y pagará a Cataluña, como antaño lo hicieron otros presidentes del Gobierno con lo que pida el inquilino de la Generalitat de Catalunya. Recientemente ha dado su consentimiento para que la Generalitat compre 800 armas a los Mossos entre las que se encuentran pistolas y fusiles de asalto.

Así son las cosas por aquí y, como ven, no se salva nadie; pero por favor,  no se olviden de Gaza, Siria, Irak, Egipto ni de los miles de desesperados ciudadanos que vagan por el Mediterráneo, o por cualquier rincón del mundo, en busca de un refugio.

Recuerden, del “váyase señor Gonzales”, pasamos ahora al “muérase señor Sánchez”.  No les parece algo exagerado; a que sí. La primera era la frase tan repetitiva de Aznar con la cual presionó para que saliese de la Moncloa el socialista Felipe González, pero lo segundo no tiene nombre, es una canallada, es un video-tuit de la cuenta oficial del Partido Popular donde, al parecer, un niño (de familia pepera seguramente) le pide a su padre que lea la carta que ha escrito a los Reyes Magos. En ella, el niño repasa a sus ídolos musicales y lamenta su muerte, para señalar más adelante que su presidente favorito es Pedro Sánchez. Lo más extraño de todo es que el tuit fue considerado como un flash humorístico, allá donde reírse de la muerte de alguien no tiene, evidentemente, gracia alguna. Los políticos, más que nadie, deben saber que se puede desear derrocar al adversario, echarle hasta un mal de ojo, llevarlo a la ruina pero no desearle la muerte porque el juego de gobierna tu que luego lo hago yo, no tendría sentido alguno.

Ésta fue la última nota de estas vacaciones navideñas que gracias a alguna divinidad están concluyendo. Por fin se acabaron las fiestas, desaparecieron de las cadenas de televisión los machacantes y pesados anuncios de perfumes y los irritables brindis.

El año que acabamos de despedir ha sido, y disculpen el palabro, muy cabrón. Y lo ha sido viéndolo desde todas las perspectivas y desde todos los perfiles, y sobre todo, desde el ángulo político. Aquí se ha cebado. Tanto a nivel nacional como en la política internacional, 2018 puede considerarse el año negro del presente decenio. Empecemos con los de fuera. En Estados Unidos gobierna el mayor despojo de la humanidad, aunque sus camisas blancas cuesten mil dólares. Me pregunto, ¿cómo esta bestia parda ha podido acceder a presidir el supuesto país más importante del mundo? ¿Es que los yanquis fueron buscando al peor hombre rico de su país, para convertirlo además, en el mayor mandamás? Es tan inexplicable como que a unos cuantos ciudadanos, bien considerados por un lado, se les ocurra votar abandonar una unión donde son los reyes por las ventajas con que disfrutan, para estar ahora a punto de penetrar en un huracán del cual es imposible salir ileso, inmersos en un incierto y oscuro futuro. Estos son solo dos ejemplos de las dos potencias mundiales más consideradas. A parte, inmersas y hundidas hasta el cuello en sus miserias, queda una gran mayoría silenciosa, aplastada, acallada, subordinada y sin esperanzas ni visos de cambio, sólo esperando el final de su agonía. Me refiero entre otras comunidades especialmente a Palestina que aún no se encuentra y a aquellos cientos de miles de ciudadanos, de cualquier parte del sur, que vagan entre oriente y occidente o entre norte y sur, buscando en este planeta un rincón para anclar sus huesos, lejos de torturas, represión, hambre y maldad.

A nivel nacional…, madre mía, esto es una desesperación. No sé cuáles son las circunstancias ni vivencias de la persona que ha ganado el último premio supermillonario de la Primitiva, pero los demás seres que habitamos este país, solo sobrevivimos. Nuestros anhelos cada vez se comprimen para desaparecer paulatinamente. La tristeza embarga nuestra existencia al ver cómo se suceden las cosas a nuestro alrededor, al analizar en qué nos hemos convertido y al pensar en dónde está nuestra tolerancia, nuestro saber hacer, nuestro amor al prójimo, nuestro compartir y nuestro simple lado bueno. En definitiva, llegamos hasta a pensar sinceramente, aunque nunca hubiera querido reconocerlo, que cualquier tiempo pasado fue mejor.

Entre los acontecimientos que nos abruman se pueden citar, sólo a modo de ejemplo, a Cataluña y la intransigencia de Torra, Vox, los acuerdos del Partido Popular con Ciudadanos, Sánchez y su milagroso ascenso al poder, la línea derechista que está tomando el país, la exhumación del dictador que algunos alagan, echan de menos y el diario La Razón defiende, la reforma de la Constitución, “la manada” que sigue en libertad y que Santiago Abascal exija la derogación de la ley de violencia de género de Andalucía para reformar, dice, la protección de hombres, niños y abuelos maltratados, en un país donde se registran 70.000 denuncias de violencia de género cada año. Y ahora que hemos dejado el bipartidismo crece el “descojonismo” sobre todo cuando El Mundo titula “Casado se acerca a Vox para frenarlo” o cuando Renfe destina a Algeciras los trenes que ha rechazado Extremadura. Madre mía “qué país”.

Pero aun así, una vez enterrado el maldito 2018, os deseo a todos feliz y próspero 2019; aunque deseo que no os olvidéis de Gaza, Siria, Irak, Egipto, ni de los ciudadanos negros, blancos o amarillos que vagan de un lado a otro en nuestro Mediterráneo buscando una guarida.