Feliz año nuevo
Recuerden, del “váyase señor Gonzales”, pasamos ahora al “muérase señor Sánchez”. No les parece algo exagerado; a que sí. La primera era la frase tan repetitiva de Aznar con la cual presionó para que saliese de la Moncloa el socialista Felipe González, pero lo segundo no tiene nombre, es una canallada, es un video-tuit de la cuenta oficial del Partido Popular donde, al parecer, un niño (de familia pepera seguramente) le pide a su padre que lea la carta que ha escrito a los Reyes Magos. En ella, el niño repasa a sus ídolos musicales y lamenta su muerte, para señalar más adelante que su presidente favorito es Pedro Sánchez. Lo más extraño de todo es que el tuit fue considerado como un flash humorístico, allá donde reírse de la muerte de alguien no tiene, evidentemente, gracia alguna. Los políticos, más que nadie, deben saber que se puede desear derrocar al adversario, echarle hasta un mal de ojo, llevarlo a la ruina pero no desearle la muerte porque el juego de gobierna tu que luego lo hago yo, no tendría sentido alguno.
Ésta fue la última nota de estas vacaciones navideñas que gracias a alguna divinidad están concluyendo. Por fin se acabaron las fiestas, desaparecieron de las cadenas de televisión los machacantes y pesados anuncios de perfumes y los irritables brindis.
El año que acabamos de despedir ha sido, y disculpen el palabro, muy cabrón. Y lo ha sido viéndolo desde todas las perspectivas y desde todos los perfiles, y sobre todo, desde el ángulo político. Aquí se ha cebado. Tanto a nivel nacional como en la política internacional, 2018 puede considerarse el año negro del presente decenio. Empecemos con los de fuera. En Estados Unidos gobierna el mayor despojo de la humanidad, aunque sus camisas blancas cuesten mil dólares. Me pregunto, ¿cómo esta bestia parda ha podido acceder a presidir el supuesto país más importante del mundo? ¿Es que los yanquis fueron buscando al peor hombre rico de su país, para convertirlo además, en el mayor mandamás? Es tan inexplicable como que a unos cuantos ciudadanos, bien considerados por un lado, se les ocurra votar abandonar una unión donde son los reyes por las ventajas con que disfrutan, para estar ahora a punto de penetrar en un huracán del cual es imposible salir ileso, inmersos en un incierto y oscuro futuro. Estos son solo dos ejemplos de las dos potencias mundiales más consideradas. A parte, inmersas y hundidas hasta el cuello en sus miserias, queda una gran mayoría silenciosa, aplastada, acallada, subordinada y sin esperanzas ni visos de cambio, sólo esperando el final de su agonía. Me refiero entre otras comunidades especialmente a Palestina que aún no se encuentra y a aquellos cientos de miles de ciudadanos, de cualquier parte del sur, que vagan entre oriente y occidente o entre norte y sur, buscando en este planeta un rincón para anclar sus huesos, lejos de torturas, represión, hambre y maldad.
A nivel nacional…, madre mía, esto es una desesperación. No sé cuáles son las circunstancias ni vivencias de la persona que ha ganado el último premio supermillonario de la Primitiva, pero los demás seres que habitamos este país, solo sobrevivimos. Nuestros anhelos cada vez se comprimen para desaparecer paulatinamente. La tristeza embarga nuestra existencia al ver cómo se suceden las cosas a nuestro alrededor, al analizar en qué nos hemos convertido y al pensar en dónde está nuestra tolerancia, nuestro saber hacer, nuestro amor al prójimo, nuestro compartir y nuestro simple lado bueno. En definitiva, llegamos hasta a pensar sinceramente, aunque nunca hubiera querido reconocerlo, que cualquier tiempo pasado fue mejor.
Entre los acontecimientos que nos abruman se pueden citar, sólo a modo de ejemplo, a Cataluña y la intransigencia de Torra, Vox, los acuerdos del Partido Popular con Ciudadanos, Sánchez y su milagroso ascenso al poder, la línea derechista que está tomando el país, la exhumación del dictador que algunos alagan, echan de menos y el diario La Razón defiende, la reforma de la Constitución, “la manada” que sigue en libertad y que Santiago Abascal exija la derogación de la ley de violencia de género de Andalucía para reformar, dice, la protección de hombres, niños y abuelos maltratados, en un país donde se registran 70.000 denuncias de violencia de género cada año. Y ahora que hemos dejado el bipartidismo crece el “descojonismo” sobre todo cuando El Mundo titula “Casado se acerca a Vox para frenarlo” o cuando Renfe destina a Algeciras los trenes que ha rechazado Extremadura. Madre mía “qué país”.
Pero aun así, una vez enterrado el maldito 2018, os deseo a todos feliz y próspero 2019; aunque deseo que no os olvidéis de Gaza, Siria, Irak, Egipto, ni de los ciudadanos negros, blancos o amarillos que vagan de un lado a otro en nuestro Mediterráneo buscando una guarida.