Menuda jugarreta nos ha jugado el último virus. Aquí en España ya llevamos dieciséis días encerrados o más bien confinados, como han aconsejado las autoridades sanitarias. Confi qué,… confinados nos han mandado los mandamás. O sea, como reza en el Diccionario de la Real Academia, confinar significa “desterrar a alguien, señalándole una residencia obligatoria; recluir a algo o a alguien dentro de límites”; como también puede significar “pena por la que se obliga al condenado a vivir temporalmente, en libertad, en un lugar distinto al de su domicilio”.
La verdad es que no creía que personalmente podría resistir esta encerrona y lo estoy llevando bien. Salgo breves minutos a la compra y no todos los días. Ya en casa comemos pan duro o congelado, a veces no encontramos en el mercado o en el súper cosas que nos apetece comer y el segundo día después del confinamiento, a duras penas y después de recorrer varios comercios, me hice con el último paquete de papel higiénico del barrio. Parece que la gente estaba más preocupada por su culo que por sus narices y sus bronquios ya que de golpe y porrazo arremetieron con todos los rollos de papel higiénico, las lentejas, judías, garbanzos y toda clase de conservas en lata. Todo había desaparecido pero había servilletas, clínex, papel de cocina y los supermercados seguían medio llenos de demás cosas. Jamás había visto tanta gente en la calle con los carros de compra tan llenos. Ellos creían que todo se iba a terminar de las tiendas de alimentación y yo casi me asusto también.
Más tarde nos enteramos que lo del papel higiénico no era solo en nuestro barrio, sino que se había trasladado a otros barrios, ciudades e incluso países ya que el hijo de unos amigos nos comentó que en Australia, donde él se encontraba, también había desaparecido “el papel del culo” como suelo llamarlo.
En casa hablamos del servicio que hacía antaño la prensa una vez ya leída. Y yo me acordé de las ásperas piedras con que de niños nos servíamos cuando estábamos por allá jugando lejos de casa. Son cosas de la vida.
La pandemia coronavirus, llamada científicamente COVID-19, apareció en la ciudad china de Wuhan en diciembre del año pasado. China dio conocimiento de ello a la Organización Mundial de la Salud el 31 de diciembre, lo que se transmitió al mundo el 5 de enero de 2020. Desde el principio circuló la broma que aconsejaba no adquirir el COVOD-19 porque iba a salir al mercado la versión del 20, y así fue. COVID-20 se extendió rápidamente en toda la región de Wuhan para trasladarse a otros continentes como ya sabemos, haciendo mella principalmente en Italia, donde tres meses después el virus ha dejado ya más muertes que las ocasionadas en toda China.
En estos días hemos oído de todo y han circulado muchas verdades, opiniones y consejos tanto como bulos y mentiras. Nos hemos preguntado cuál ha sido el origen de la pandemia, cómo se ha formado, por y para qué, cómo se ha extendido con esta rapidez y qué pasará una vez finalizada si es que tiene fin. Todo queda en el aire y lo único que sabemos es que esto, seguramente tiene un final como lo tuvieron todas las pandemias que ha sufrido el ser humano a lo largo de la historia. Se nos ha dicho que los años 20 de muchos siglos, el ser humano siempre ha conocido y sufrido un castigo. Que periódicamente hemos conocido y conoceremos maldiciones hasta el final de nuestra existencia.
Bueno, reanudo y continuo escribiendo después de haber interrumpido la escritura para aplaudir, desde el balcón de mi casa, a todas las personas del servicio público que día a día trabajan, ayudan de una manera o de otra a los ciudadanos en las calles, hospitales, centros de mayores, supermercados, etc. Justamente, o mejor dicho, dos minutos antes de las ocho de la tarde, pasaron por mi calle una docena de coches de la policía nacional y la local, tocando sus sirenas expresando su agradecimiento por los aplausos que la ciudadanía les brinda en toda España desde sus balcones. Más aún, una ambulancia paró justamente en mi portal, saliendo el conductor y el enfermero de la misma a aplaudir a los vecinos también en señal de agradecimiento por los abrazos, ánimos, y hurras que diariamente recibe el personal médico.
Al parecer esta maldita y endémica enfermedad ha sido preconizada en un sinfín de escritos, artículos, conferencias y mensajes. Sus autores predecían un año 20 muy desagradable para el ser humano, calculando hasta un millón de muertes. Y esto está pasando realmente. China se ha tirado tres meses confinada y aquí sólo esperamos no sobrepasar este tiempo.
Que sepan que hace una semana en Gaza no se había detectado ningún caso endémico. Ahora exactamente no sé cómo ha evolucionado la cosa, pero hasta hace una semana los creyentes musulmanes habían rezado en su mezquita de siempre. De todas maneras, no se olviden de Gaza, Siria, Egipto, Irak ni los miles de refugiados que andan escondidos en cualquier rincón del mundo.