Hoy Madrid ha pasado a la Fase 1. Le ha costado y lo ha superado a regañadientes. Mis amigos de las cervezas del viernes y otras cosas, ya han reservado una mesa para nueve personas en una terraza del barrio para esta tarde-noche.
Y hablando del barrio, éste donde yo vivo se está destacando en los últimos días por el ruido y las broncas que arman algunos vecinos que hasta ahora, y desde las ventanas de sus casas, expresaban su desacuerdo con la gestión de la coronavirus que realiza el Gobierno central, con la clásica cacerolada a las 21.00 horas, después de que el resto de vecinos seguíamos aplaudiendo una hora antes a la gente de la sanidad, que lo han dado y lo están dando todo para que los demás pudiéramos vivir o, en el peor de los casos, morir en paz.
No satisfechos con la cacerolada desde la ventana y terraza de su casa, muchos vecinos del barrio del Retiro están saliendo a la calle para protestar. Sacan la cacerola y el cucharón o simplemente el cucharón para armar ruido, protestar y manifestar su desacuerdo, convirtiendo los cinco minutos habituales en media hora o más, acompañados incluso con enfrentamiento y amenazas a los vecinos no provistos de esas herramientas, y mejor si son mayores y/o mujeres. Digo que en mi barrio y exactamente en la intersección de las calles Narváez con Ibiza, se ha convertido en la central de la protesta diaria. Varios amigos y conocidos han afirmado el descaro y la violencia con que esta gente sale a la calle. Me aseguran que daban miedo y pavor, que mejor es no cruzarse con ellos ya que contaban con la permisibilidad de los agentes del orden.
Esto fue el domingo pasado y era fuera de reivindicación organizada por Vox el día anterior recorriendo las calles de Madrid y otras ciudades como Barcelona, Valencia, Sevilla, Bilbao, etc., en autos y motos, devolviendo a estas ciudades la contaminación que el confinamiento había hecho reducir.
Para colmo la caravana de autos y motos, todos de alta gama (descapotables, BMW, Mercedes,…) que recorrieron Madrid, lo hacían bajo el lema de “Marcha de la libertad”. Irrisorio es que esta gente que durante décadas nos han castigado, maltratado y encarcelado a los demás, salen ahora reivindicando “libertad”. A caso se sienten amenazados por un Gobierno y por unos ciudadanos demócratas, ellos que nos han acojonado durante cuarenta años en nuestra juventud.
Se han apoderado de las calles y de la bandera de todos, han atascado las ciudades, se han saltado todas las medidas de seguridad sanitaria para protestar contra la ejecutiva del PSOE y de Podemos, exigiendo la dimisión de Pedro Sánchez y de Pablo Iglesias por su “criminal” gestión de la crisis del coronavirus, “protegiendo España frente a los que la quieren despedazada, pobre o encarcelada”.
Oiga, ustedes tienen su derecho a protestar, criticar y a casi todo lo que quieran, pero háganlo civilizadamente, no insulten a nadie y no molesten a los demás.
Ráfagas de críticas le han llovido a Santiago Segura, según se cuenta, por intentar apaciguar el ambiente al hacer un llamamiento a la “concordia, entendimiento y armonía”. En un tuit comentó: “Qué tristeza esa España de fachas y rojos, de malos y buenos, de extrema derecha fascista o bolcheviques bolivarianos”. “Concordia, entendimiento, armonía,… igual suenan a descafeinado, pero son palabras necesarias”.
Al parecer aquí no se puede mediar con nada ni con nadie y espero que los descontentos con el Gobierno vuelvan a su cacerolada desde su ventana en vez de trasladarla a la calle que les vuelve violentos e incivilizados.
Aun así, les ruego que no se olviden de Gaza, Siria, Irak, Egipto, donde la epidemia esté haciendo estragos, ni de los miles de refugiados agazapados en cualquier rincón en espera de consuelo y alivio.