Dos actos nos han escandalizado en el inicio del fin de semana pasado: la bronca que Donald Trump le soltó al presidente ucranio Volodimir Zelensky en el Despacho Oval, ante los representantes de la prensa y la multitudinaria manifestación que en Valencia volvía a pedir la dimisión de Carlos Mazón después de la desgracia de la DANA (Depresión Aislada en Niveles Altos, o sea una gota fría).
Empecemos por este último, que está dejando al PP y a sus dirigentes en una posición nada deseable. No se sabe si quieren apoyarle o esperan a ver si por sí renuncia al puesto y se retira. Acuérdense que esta posición ya se ha vivido en el PP con Francisco Camps y Eduardo Zaplana, precisamente en la misma Comunidad.
Al parecer Alberto Núñez Feijóo no tiene el coraje ni la fuerza que tuvieron Aznar y Rajoy para convencer a Camps y Zaplana de dimitir y retirarse, aunque ambos fueron juzgados y condenados.
Si las cosas sucedieron, como se han relatado aquel 29 de octubre, y la mayoría de las víctimas habían fallecido antes de la llegada del presidente al Centro de Coordinación Operativo Integral a las 20.28 horas, éste debería asumir su responsabilidad, ser consciente del daño provocado y afligido y, sobre todo, no ser un engorro y un óbice para su partido. Pero no, dimitir no resulta nada fácil para nadie, más si no creemos que somos el motivo principal del desastre, ni estamos convencidos de tener culpa alguna.
Piensen ustedes en ¿qué pensará Carlos Mazón de este hecho? Si el hombre ha salido a una comida de trabajo, encima con una periodista… Bueno, que la comida se había alargado un poquito, pues bueno, suele suceder. A pesar de que la primera alerta se dio sobre las 7 y pico de la mañana y a las 12.00 horas ya había dificultades en varias localidades, a él nadie de la llamado ni informado de lo que sucedía. Ni palabra. Nada ha requerido su presencia y se ha tomado la tarde libre; también suele suceder y no pasa nada… Eso pensaría él, pero realmente pasaba y el daño fue monumental y el jefe estaba ausente. Sí, por su ausencia, por no estar donde debía estar y por mentir, esconder verdades, debe dimitir.
El otro jefe, el de una parte de los americanos o mejor dicho el de los yanquis, la ha vuelto a fastidiar como de costumbre, desde que los republicanos ganaron las elecciones en EE.UU. Desde que ha tomado posesión de su cargo, Tramp ha asumido decisiones que han desfigurado y distorsionado la vida de muchos, de propios y ajenos, dentro y fuera de su país. La última ha sido la majestuosa bronca que le ha propinado al sufrido presidente ucranio Volodimir Zelensky. Le ha tratado de dictador, de guerrero, de que no quiere la paz… y todo ello a viva voz, en su despacho oficial y ante las cámaras de televisión que todo lo graban. Ese ha sido un acto inédito en el mundo de la diplomacia y de las relaciones internacionales, pero qué le importa a Trump, nada, absolutamente nada porque se cree que está en su derecho de decir y hacer lo que le plazca. Es el mandamás del país más poderoso de la Tierra.
Pobre Zelensky, ha salido escapado del Despacho Oval para buscar protección en el cielo de Londres, junto a los mandatarios europeos, también convocados por el primer ministro británico Keir Starner. Ucrania, como país europeo, debe buscar ayuda y respaldo entre los suyos, pero, ¿tiene Europa con toda su unión el valor, la fuerza y la voluntad necesaria para enfrentarse a Putin, ahora que Trump le baila el agua?
A Trump lo que le duele es que Europa no invierta en seguridad dice, pero por aquí estamos artos de destinar más dinero al armamento, armamento que tendríamos que comprarle a él precisamente. Pues no amigo, no compramos más armas ya que desear la paz es precisamente antagónico y discrepante con invertir en más armamento.
A Trump le han votado muchos norteamericanos. Seguramente a muchos ya no les place los cambios que está llevando a cabo. Seguramente que muchos de los que le votaron están ya arrepentidos y les gustaría que dimita, que se vaya a su casa porque dimitir es muy sano.
Por otro lado, y cómo no, Israel está llevando a cabo cambios en el alto el fuego en Gaza por impedir que la ayuda humanitaria llegue a los gazatíes. Así que no se olviden de ellos, ni de los cientos de miles de refugiados que se encuentran agazapados a la espera de tiempos mejores que nunca llegan.