Amores que matan

Por fin, el bloqueo a la formación de Gobierno ha quedado eliminado en Marruecos, cinco meses y medio después de haberse celebrado las elecciones generales, aquel 7 de octubre de 2016. Dos días después, como estipula el capítulo 47 de la nueva Constitución, Mohamed VI había encargado a Abdel Ilah Benkirán formar su segundo Gobierno, misión que no se ha llevado a cabo debido a la infinidad de trabas, problemas e incongruencias halladas por el anfitrión. Recordemos que el partido islamista moderado había vuelto a ganar las elecciones ante el asombro y/o admiración de partidarios, simpatizantes, no interesados e, incluso, detractores.

Benkirán no lo tuvo fácil para gobernar en su primera legislatura. Cierto que era su primera experiencia y se ha visto muy presionado por todos los lados. Según ha circulado en las redes sociales, le han maltratado duramente, ha tenido que subir todos los precios de todos los productos básicos además de los impuestos: ha subido la luz, el agua, la gasolina, la edad de la jubilación e incluso el número de ministerios, lo que ha influido en que haya bajado estrepitosamente su estima y su reputación. Benkirán ha tenido oposición incluso desde dentro, desde las mismas filas de los partidos que, de entrada, le apoyaron para formar ese primer Gobierno. Todos le han criticado, reído sus bromas y hasta le habían aplaudido en sus desgracias y desaciertos. Por todo esto, estos mismos partidos no le han facilitado la formación de su segundo Gobierno.

De todas formas, cuáles eran las posibilidades que tenía Benkirán para formar este segundo Gobierno: contar con el fiel Partido del Progreso y del Socialismo, con el Istiqlal, con el Partido Popular y con el RNI (Unión Nacional de Independientes). Con esto mandaría a la oposición al Partido Socialista y al partido del amigo del Rey Al Asala Wal Muasara.  Pero los intereses del Estado son otros. El Palacio prefiere que el RNI se aliara con Al Asala Wal Muasara, incluso con el Partido Popular y el Partido Socialista de Fuerzas Populares y no quiere al Istiqlal ni al PPS.  Por ello la alianza para formar Gobierno no ha prosperado en los últimos cinco meses que han durado las consultas. El Palacio lo sabía y no ha hecho nada para disipar el panorama y ayudar a Benkirán.

A Benkirán le han sacado una tarjeta roja y lo han enviado al banquillo. En Faceboock lo describen como un energúmeno que anda por ahí amargado, cabreado, sollozando y regañando con todo el mundo.

Efectivamente el citado artículo correspondiente de la Constitución impone que el Rey encargue Gobierno al partido que obtenga el mayor número de escaños; no puede haber segundo partido como en España y no hay otra posibilidad a no ser que se repitan las elecciones. Por ello, el Rey, que estaba viajando por África, ejerciendo de una forma ejemplar  la cartera de Asuntos Exteriores, solucionó el embrollo nada más aterrizar en el país retirándole la confianza a Benkirán y nombrando en su lugar a su segundo de abordo, el psiquiatra Saad Addin Al Otmani, un hombre “tranquilo”, reposado, estudioso, tan responsable que había dimitido de su cargo en el primer gobierno como Ministro de Exteriores cuando vio que algún país del Golfo le ignoraba y contactaba con un lacayo de Palacio para solucionar sus problemas.

En Marruecos se dice que el país no necesita a nadie. Después de la experiencia de casi seis meses sin Gobierno, y con un Rey representando la nación allende las fronteras, todo funciona bien y no hay problemas. Pero las malas lenguas dicen ahora que el país está tan tocado que le hace falta un psiquiatra para poderlo enderezar.

De todas formas, no se olviden de Gaza, Siria, Irak, Egipto ni de los cientos de refugiados que siguen pasando calamidades allende los mares.

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