Siria versus Irak

Donald Tramp, sin recomendarse ni a Dios ni al diablo, bombardea una base aérea en Siria, en contraposición de los gases químicos que Bachar Al Asad soltó a sus paisanos días antes. La reacción ha sido unánime, todo el mundo (republicanos, demócratas, blancos, negros e incluso los medios de comunicación) le ha elogiado la decisión.

Esto pasa en Siria donde Al Asad, el heredero dictador de turno, ha masacrado, fulminado y desterrado a sus paisanos, respaldándose en la ocupación que la presumible, presunta, sanguínea y despreciable República Islámica ha hecho de su país. Acuérdense de lo sucedido en Irak después de que su propio y homólogo dictador Saddam Husein hizo lo mismo. Entonces EE.UU., con su correspondiente séptimo de caballería, entró a degüello  en busca de las famosas armas de destrucción masiva y armó la marimorena, destruyéndolo todo y acabando con un país que aunque no vivía en libertad, paz, abundancia ni sosiego, vivía. Miren ahora en qué se ha convertido.

La entrada del supuesto amigo americano en Irak, empujado por la euforia del trío calavera (Busch, Blair y Aznar), buscando esas supuestas armas destructivas, sólo ha acrecentado, aumentado y acelerado su declive como país. Hablamos de un país que, en tiempos, era digno de toda alabanza, un paraíso para muchos ciudadanos, un paraíso aunque dominado por un dictador. Irak ya no es lo que era y miren en qué se ha convertido. Es el noveno país en  el ranking de estados fracasados o fallidos que elabora la revista Foreign Policy. La lista está  encabezada por Somalia, Congo, Sudán, Chad y Zimbabue. El actual Gobierno dominado por los chiís con apoyo de los kurdos y de Irán, hacen la vida imposible a sus hermanos sunís desde que EE.UU. ha abandonado el país con la creencia de que dejaba gobernando a un aliado. Irak vive sumido en el miedo con continuos bombardeos, asesinatos y torturas. Su petróleo, derrochado, despilfarrado y dilapidado por la familia Saddam Husein en la época, ya no vale nada ni es suficiente aunque la economía del país sigue basada en su producción que ha visto sus ingresos menguar debido a la bajada del precio del barril de los últimos años. A esto añadimos que el 23% de la población vive bajo el umbral de la pobreza, la mortalidad infantil sigue en aumento y esto no parece tener designio de cambio alguno.

Y Siria no está tan lejos de todo esto. El Estado Islámico sigue haciendo de las suyas y el Gobierno, conducido por el dictador Al Asad, usa armas químicas contra la población civil que aún queda en el país causando cien muertes. Por ello Trump ordenó bombardear el aeródromo desde donde presuntamente se perpetró el ataque químico, mientras Rusia, el principal aliado de Al Asad, niega el ataque químico e insiste en que el motivo fue que las fuerzas rebeldes golpearon un almacén con agentes tóxicos.  

Por otro lado, al menos 68 menores se encuentran entre las 126 víctimas mortales del atentado perpetrado contra un convoy de evacuados civiles cerca de la ciudad de Alepo, del cual el Gobierno sirio responsabiliza a los rebeldes apoyados por EE.UU.

Trump no se acobarda y es vengador. Eso lo demostró al mandar soltar la mayor bomba no nuclear del mundo, la “madre de las bombas” (la GBU-43 Massive Ordnance Air Blast) de unas diez toneladas de peso sobre Afganistán, por el fallecimiento, en una trifulca con el Estado Islámico, de un miembro de las fuerzas especiales. Y yo me pregunto: ¿qué hacían las fuerzas especiales tan lejos de su casa? y lo que más preocupa ahora es ¿qué hará este salvaje en caso de declararse una guerra?

Y con todo esto, ¿dónde vamos a parar? Así es que no se olviden de Gaza, Egipto, Siria, Irak ni de los miles de refugiados que vagan por todas partes en busca de sosiego, relajación y tranquilidad.

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